La brezal en Kessel, Bélgica, se caracteriza por brezos, pantanos, arenas movedizas y estanques. Los paisajes de brezales son un hermoso ejemplo de la interacción entre la cultura y la biodiversidad. Hace 6000 años, el 80 por ciento de Europa todavía estaba cubierto por bosques. Las áreas de brezal solo se daban de forma natural en casos muy raros en costas, en áreas de páramo y en las montañas. Luego, la gente comenzó a usar los bosques para sí mismos. Necesitaban tierras de pastoreo y, de esta manera, no solo cambiaron el paisaje, sino que también crearon nuevos hábitats para muchas especies diferentes. El uso intensivo de áreas deforestadas y despejadas resultó en suelos cada vez más pobres en nutrientes, y se criaron animales de pastoreo especialmente adaptados para estas áreas. La capa superior del suelo se retiraba regularmente, se mezclaba con estiércol animal y se quemaba o se aplicaba a los campos como fertilizante. La lluvia lavaba los últimos nutrientes y especies de plantas especialmente adaptadas se establecían allí, seguidas de animales raros.

Estos ecosistemas únicos sobreviven solo mediante la intervención humana activa, que se ha logrado a lo largo de siglos de agricultura en brezales. Sin embargo, este tipo de agricultura se ha vuelto poco rentable, y una gran parte de la tierra se ha convertido en tierras de cultivo mediante la aplicación de fertilizantes. Otras áreas se convirtieron nuevamente en bosque porque mantener animales en áreas pobres en nutrientes está asociado con menores rendimientos. Con la pérdida de los brezales, numerosas especies de animales y plantas están amenazadas de extinción. Y toda la belleza que siempre ha inspirado a pintores y poetas podría simplemente desaparecer. Difícilmente podría haber sido solo la biodiversidad lo que llevó a esfuerzos activos de conservación, sino más bien la conexión cultural con esta forma de paisaje romantizada. Conservamos lo que encontramos hermoso y solo podemos encontrar hermoso lo que podemos ver.