El "survival of the fittest" se malinterpreta con frecuencia. Desde el principio, se quiso decir que prevalece la especie mejor adaptada, no necesariamente la especie "más fuerte". Esto significa que el éxito de ciertos rasgos no depende únicamente de la eficiencia de esos rasgos. Más bien, es un complejo juego de condiciones ambientales, competencia, plagas y mucho más. El éxito de un rasgo puede depender en gran medida de la suerte, como por ejemplo, cuando las condiciones son favorables para que un rasgo se distribuya en una población estable, o antes de que sea eliminado por un evento. La fragilidad de las poblaciones se manifiesta en las muchas especies que están actualmente en peligro de extinción. Maravillas de la evolución que desaparecen de repente. Rasgos que tal vez se desarrollen en millones de años o nunca más. Cuando se aplica a los humanos, esta es una realización importante, ya que socava las teorías raciales y los eugenistas. Porque la única base de estas ideologías deshumanizadoras es una supuesta superioridad, que se puede refutar fácilmente con los conocimientos de la evolución. No hay base para considerar ningún rasgo físico como inferior. Sin embargo, hay una buena razón por la cual este argumento rara vez se escucha o lee: un debate sobre si y cuándo la vida humana tiene algún valor no es compatible con los conocimientos de la filosofía ética. La dignidad humana es inviolable y cada individuo determina su propio valor. Un debate sobre el valor de los rasgos o peculiaridades humanas no debería ni siquiera plantearse, ya que tal discusión es inherentemente indigna del ser humano. Lamentablemente, hay cada vez más conceptos sociopolíticos que encuentran un gran apoyo con opiniones desfasadas y deshumanizadoras. Es importante utilizar la razón y la humanidad para enfrentarse a estos desarrollos.