🪻La floración gradual de la lupina de jardín permite períodos de polinización prolongados, maximizando la utilización de recursos. A medida que la planta florece con el tiempo, atrae a los polinizadores y asegura una reproducción continua.

Además, la relación simbiótica con las bacterias Rhizobium enriquece el suelo con nitrógeno, mejorando su fertilidad. Las señales químicas de las raíces de la planta atraen a las bacterias Rhizobium, que se transforman en bacterioides dentro de los nódulos de las raíces. Estos bacterioides reciben nutrientes de la planta y, a cambio, convierten el nitrógeno atmosférico en nutrientes como el amoníaco, beneficiando tanto a la planta como al ecosistema del suelo. Esta simbiosis contribuye a la productividad de la lupina de jardín y su entorno.

Sin embargo, esta popular neófita tiende a volverse silvestre y su rápido y amplio crecimiento puede alterar los ecosistemas nativos y llevar a una pérdida de biodiversidad. Puede desplazar a las especies nativas al ocupar espacio y agua. Su capacidad para hacer que los suelos pobres en nutrientes sean más fértiles puede contribuir a la pérdida de hábitats que dependen de suelos pobres en nutrientes.

Los hábitats bajos en nutrientes incluyen pastizales secos y pobres, dunas y brezales. Estos biotopos albergan especies únicas que solo viven allí. Las especies no nativas contribuyen a su pérdida y la sobre-fertilización es uno de los mayores problemas.